Un día domingo sin bicicleta sería muy aburrida. Con el placer de pertenecer a la cofradía del Ciclismobeso, hacer un esfuerzo cada siete días es un deber. Pero el esfuerzo debe ser medido o controlado de alguna manera. No nos podemos matar en la bicicleta. El precio de una locura es bien caro. Una caída, un accidente, desfallecer, quedarse “cortado” es un peligro. Por ello desde hace un tiempo busco la manera de dosificar el esfuerzo. La primera medida lógica es el parar cuando las fuerzas llegan al límite. Pero luego gracias al entrenamiento estas paradas ya no son necesarias permitiendo algunos metros más. Otra medida es el alimentarse mientras se pedalea, no estar tan arropado, tomar agua, etc.
Pero al investigar un poco por Internet y por la información entregada en el último Giro d’Italia donde hablaban del pulsometro, el porcentaje de esfuerzo, las pulsaciones y las energías gastadas, me nació el bichito de tener un pulsometro. Deben ser las ansias de profesionalismo, típicas de la amplia imaginación de un ciclistaobeso. Por eso aprovechando una oferta de una casa comercial, me compré un reloj pulsometro muy básico. En las instrucciones explicaban como calcular el porcentaje de esfuerzo, el máximo de pulsaciones por minuto, etc. Este calculo es muy simple se restan los años de edad a 220 y eso da el máximo de pulsaciones.
Con estas simples referencias salí a pedalear al mítico objetivo de Farellones. Como típico ciclistaobeso me bajé del auto en el retén de Carabineros, ¡lógico!. Me coloco ágilmente el pulsometro y me creo un Basso o un Armstrong que va a conquistar una etapa alpina del Tour de France… ¡¡La imaginación es un elemento clave de un ciclistaobeso!! Comienzo a pedalear en los primeros kilometro más planos y el pulsometro no se emociona mucho, a lo más 140 pulsaciones…naaaa!! Pero comienzan las terribles curvas de la subida y el pulsometro comienza a trabajar más afanosamente.
Antes de las primeras curvas llegamos a un acuerdo con el otro cofrade del ciclismobeso, de que si llegábamos a 170 pulsaciones teníamos que bajar el terrible ritmo de pedaleo de nuestro 22x30 y descansar. Llegamos a 170 PPM y dejamos de atacar en subida. Nuestros corazones volvían a 150 pulsaciones y podíamos volver a subir la cadencia de pedaleo. Mientras tanto sudábamos a mares, admirábamos el paisaje y lo más importante respirábamos algo de aire puro.
Continuamos así durante los extenuantes, duros y agobiantes 11 kilómetros de subida hasta el Gran Premio de Montaña para ese domingo que era el mítico paso de “Yerbas Locas” comparable con un Alpè d`Huez o un Passo dello Stelvio para un Ciclistaobeso. Llegamos muy bien, mucho menos agobiados que lo habitual. Lo normal es llegar hecho un trapo, pero ese día teníamos animo para seguir. Aunque, como buen hincha de ciclismobeso lo dejamos para el otro domingo porque ¡el almuerzo nos esperaba! ¡Lógico!
Bueno, como conclusión un simple ejercicio de regulación y control del ritmo cardíaco es una muy buena practica para lograr dosificar las fuerzas. No morirse en el intento y recorrer más kilómetros. Cuidarse el corazón es un deber y cuando los kilos son muchos, aún más. A cuidarse Ciclistaobeso!!!!!!
02 junio, 2006
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